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Meditación de un padre a un hijo

Hijo, a veces,
la única forma de evitar una guerra en un jardín atestado de guerreros,
es dejar las propias armas, y trabajar de jardineros.

Ese es nuestro legado de familia hijo.
Del Padre venimos, y al Padre volvemos.

No afilamos nuestras armas para matarnos entre hermanos,
sino que buscamos el bien para sembrarlo,
de manera tal que la cosecha sea mucha.

Buscamos la Verdad, la palabra justa.
Y hasta que no entendemos algo,
si no está en nosotros hacerlo,
no hablamos.

La guerra es cosa del pasado hijo mío,
y sólo peleamos cuando no podemos evitarlo.
Si algún día la guerra golpea tu puerta, hijo mío,
que tu pelea sea honesta,
amorosa,
verdadera.
Que sea en palabras, y no en hierro ni acero.
Que tu búsqueda sea la Gracia y que puedas encontrar Paz,
jugando.

Y tené siempre por recuerdo,
que un nazareno, de nombre Jesucristo,
pagó en cruz, con dolor y paciencia,
hace ya 2500 años*,
el precio de nuestra libertad perenne.

*: anacronismo poético.